martes, 23 de julio de 2013

Mis inicios

Esta es la historia de uno más, no de uno cualquiera, sino de otro que sólo con sus palabras quiere hacerle ver al mundo que esto no va bien. No va bien ni el propio escribiente, ni mucho menos, el propio lector. No va bien quien ve, ni mucho menos el que no quiere verlo. Peor es aquél que cree escuchar, y tan sólo está oyendo. Qué maravilloso el poder tocar, aunque no exista el qué. 

Esta es la historia de alguien que quiere ver, leer, tocar, sentir, creer. La historia de un ser capaz de imaginar que algo puede cambiar, de alguien del que todo su empeño se ha ocupado en enaltecer al máximo la bondad del ser humano, de alguien que creyó ver sirenas en el mar, de alguien que pensó que la maldad no podría surgir sin un exceso de bondad. Ese alguien fue, no, ese alguien no pudo ser.

En este primer episodio de mi nueva herramienta desestresante y desestresadora, les hablaré de mí, de mi persona, de cómo soy, de como fui y de probablemente cómo seré.

Quizá muchos me conozcan, muchos más digan conocerme y otros tanto dirán que previsiblemente conocido. Ni les quitaré la razón ni se la daré, he aquí la primera de mis premisas: no discutas por algo que pueda llegar a ser tan absurdo como si Cristiano es mejor que Messi o si Dios es mejor que Alá. No hay discusión en esta premisa, tanto Dios como Cristiano son madridistas, por lo que no existe discusión. Háyese aquí un segundo mandamiento en mi pensar, las cosas son como son. Es muy probable que el querido y apasionado lector no esté de acuerdo en mi segundo planteamiento, en ese caso será de aplicación la primera de las normas.

Y hasta aquí mi valoración personal y propia, se ha herniado pensaran. No es necesario de más, no discutan y respeten, dos acciones tan burdas, nefastas y olvidadas, que me obcecaré en recordarles en cada nuevo post (se dice así¿?, la verdad es que me da igual, escríbanlo como quieran, no pienso discutir).

La bondad de una persona no se mide por sus medallas personales, ni tan siquiera por sus estudios, ni por el cuidado al prójimo, ni tan siquiera por ir a misa, la bondad de las personas es aquella gran desconocida, que poco a poco y capítulo a capítulo intentaremos desgranar. A ella, a la bondad, sumaremos también a esa cualidad olvidada del hombre, de hacer el bien.

No quiero que piensen que cuál jesuita, yo quiero ganarme tanto a ustedes como un sitio al lado de Dios, de Napoleón, de Bernabeu, o del mismísimo Hitler. No. Simplemente, con su propia ayuda, quiero averiguar qué coño le pasa al ser humano.

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