jueves, 8 de agosto de 2013

La amistad

Esa que todos defendemos, pero que pocos entendemos.

Como verán ustedes ya mis queridos y sin embargo lectores, todo nace de una cualidad que debería ser innata en el ser humano y que más bien es algo que nace en el perro y muere en su correa, si, hablo de esa bondad en la que estoy empecinado en buscar aunque sea en los lugares más recónditos de nuestra existencia como personas, si es que a algunos se les puede denominar así.

Entiendo, y no por eso, significa que tenga razón, aunque aquí aplicaré la segunda de mis normas, esto es así por imperativo legal del artículo 32 (no sé por qué se suele decir 33), que la bondad es la madre de las cualidades, de donde nace todo, de donde todo empieza y debería comenzar. De ahí que dediquemos un post a lo bueno y otro a lo malo. Ahora queda desgranar qué parte esta más cerca del bien, y cuál más lejos.

No quisiera, y por tanto, me gustaría, hablar de aquéllo que tanto regusta al ser humano, hablar de sus amigos, como aquellos que comen, desayunan, cenan y a veces hasta duermen. Encontré a lo largo de mi vida, gente con tantos amigos, que probablemente, imagino que no trabajaran ni tuvieren familia, porque otra cosa no, pero a los amigos dicen que hay que dedicarles tiempo, si tantos amigos tienes, querido, tu no duermes.

Véase aquí la condición más creída necesaria para mantener una amistad, el tiempo. Pues no, el amigo no necesita tiempo, ni tan siquiera un "hola" diario, ni una comida semanal, ni por asomo una gran cena con una ostentoso vino a la hora de desayunar. La amistad, la de verdad, la que se cuenta con los dedos de la mano, la que tiene nombre apellidos y hasta 3 generaciones anteriores, no necesita mas que una sólo cosa: nada.

De esa nada nacen las mejores amistades del mundo mundial (referencia a nuestro etapa parbularia). Piensen, recuerden y hagan memoria, cuántos son los amigos que realmente quedan de esa etapa. Uno o ninguno. Pero si éramos inseparables. Y lo seguimos siendo. Por que lo que una vez fue, y fue de verdad, es para siempre, es impepinable, irrefutable y también inexplicable. Una vez que ese amigo se convierte en tal, es para siempre. Yerra, pensarán. No, entiendan la amistad como se debe, no como se entiende.

Creí meterme en un jardín sin flores y a su vez sin salida, lo tengo muy claro. La amistad es para siempre, pero porque es así desde siempre. Los amigos están y se quedan el resto de los días. Los conocidos, amiguetes, colegas y demás derivados del engaño amistoso, pasan, se reproducen y mueren en el intento de conseguir lo que pocos pueden llegar a ostentar: la verdadera amistad.

Debe tener pocos amigos, pensarán. Ni muchos ni pocos, la amistad no se cuantifica, si no que se cualifica. Tengo los que tengo, los que debí tener y lo mejor de todo, los que quise tener. No se engañen y no se dejen engañar "amigos", esta cualidad no es propia del ser humano...debemos aprender mucho del mejor amigo del hombre.

Y en esa búsqueda que hace unos días comencé, nos encontramos, qué tendrá que ver la bondad, el egoísmo y la amistad, dónde querrá llegar este juntaletras de tres al cuarto. No sé preocupen, pronto se verán los brotes verdes.

viernes, 2 de agosto de 2013

Continuamos

Tras varios meses de conversación con el mandamás del cielo, me convenció: "no sé qué ha pasado". Ni yo. Ni nadie. Ahora todo está mucho más claro, muchísimo más, donde va a parar. Pero el qué, no lo sé, ni Él mismo lo sabe. Y qué hacemos. Da igual, la inercia hará el resto.

Maldita y nefasta inercia, aquella descrita a la perfección cuando no quieres perder de vista una hoja, un ticket de la compra o un billete y por esta nuestra querida amiga parece coger un motor a propulsión y no deja de joderte la existencia hasta que realmente no puedes alcanzarla. Esa es la inercia, esa es quien esta haciendo el resto en este nuestro mundo, en este mundo de locos querrá decir, no señores, en este mundo perdido.

Y no hablemos del mundo ni tampoco de lo intangible, hablemos de nosotros, de dónde estamos, dónde nos encontramos y dónde podemos llegar a estar. Hablemos de lo maravillosa que es la vida, del mamonazo del tercereo que se va 15 días a la playa tras un año de trabajo sin descanso, o del sinvergüenza del chalet contiguo que ha cambiado de coche tras una década. Hablemos hoy de lo que me jode del otro, de lo que me molesta de ustedes lectores, de lo que podría ser tiña, pero es comúnmente llamada envidia.

Realmente es necesario cambiar de coche, o comprarse un chalet en la playa, quizá sea de obligación vestir de marca, o a lo mejor, y solo a lo mejor, de imperiosa necesidad un móvil nuevo. Y qué más dará. A mí me importa un carajo las necesidades que tienen o que obtienen, depende de los engaños personales que nosotros mismo queramos realizarnos.

La envidia, desconocida por muchos, incluso llegada a ser envidiada por otros. El motor que mueve el mundo llegaron a increparme una vez, no se confundía la anciana señora que me lo espetó. Pareja de la bondad, por aquello de que los polos se atraen, podríamos decir que este mundo tenemos un exceso de envidia alterado con un pequeño toque de soberbia caramelizada.

Ejemplificada en Alá respecto a Dios, a Messi respecto a Cristiano o al atletista frente al madridista...o esto era al revés, discúlpenme mis lectores, pero en estos momentos lo que me menos me interesa en resultar ser envidiado por unos o por otros.

Ese odio hacía otro o la falta de alegría por aquél no dejan de ser faltas y defectos del ser humano. Defectos que proliferan, aumentan y arrollan a su paso sin motivo aparente y con la única finalidad de ser lo que no somos, de aparentar lo que no debemos y de creer ser superiores por un sólo instante obteniendo el beneplácito divino para unos segundo de vida que son, que parecen ser, los mejores de nuestras vidas.

Después despiertas, al lado un haz de luz, preguntas, obtienes una respuesta demoledora y devastadora: "no sé qué ha pasado"