miércoles, 18 de diciembre de 2013

Gaspar, Melchor y...

Me llena de orgullo y satisfacción, en estas fechas tan señaladas, y en la que tanto mi reina (estimase cualquiera de las siguientes: Jorge Javier, Boris o Guardiola) como yo queremos desearos de todo corazón un año lleno de paz, de alegría, de dinero, de trabajo y de amor. Y por supuesto, que ningún mal os aceche, ni enfermedades, ni muertes, ni golpes en el dedo pequeño del pie mientras caminan a oscuras.

Imaginaran ustedes que llegado a esta parte, ironizo, imaginan bien, piensen mejor. Llegan tiempos de cosas muy bonitas, tiempo de familia, de amigos, del bebercio, de las comilonas, de los nuevos propósitos, de las promesas, de retos, de ser mejores e incluso de ir más a misa. Estarán de acuerdo conmigo que llegan tiempos de hipocresía. Y eso es algo que me toca bastante la parte aquella donde el pito pierde su casto nombre.

Menudo espíritu navideño, dirán. Cierto, hace años que lo perdí, cuando el cabrón del negro, y esto en modo cariñoso, que ahora con lo de Mandela (Madíba o M. Freeman) nos hemos vuelto todos menos racistas, me manchó la cara de una especie de betún que por un momento pensé que el tercero de aquéllos se estaba derritiendo. Hoy día, y esto es una reflexión al margen, me sorprende que se sigan utilizando "negros de coña" para estos menesteres, y si esto va a seguir, joder no cojan al más blanco de todos, ¡qué lo siguiente será ver a Iniesta vestido de Baltasar!

Bromas aparte, que esto y aquello no me hace ni puta gracia, entramos en unas fechas señaladas en el calendario que aún me pregunto qué es exactamente lo que se celebra, pues la mitad de la población española (por denominarla de algún modo) es laica y la otra mitad poco practicante, ¿para qué coño se juntan muchos en nochebuena? ¿Y lo de Feliz Navidad? Esto ya es más grande que pintar a un chino de Baltasar, por aquello del multiculturalismo y tal.

En serio queridos, no me duele tanto el que nos juntemos todos, eso es rebueno. Me duele que existan tantas faltas a la dignidad del ser humano, que por un momento todo sea una nubecita de algodón bañada en crema de cacao, aderezada con caramelitos de colores. Y es que somos empalagosos con lo divino y con lo humano. Nos excedemos en todo, y así pasa, nos quedamos sin puntos, como poco. 

Disfruten, rían, beban y conduzcan, hagan lo que les salga de los sacrosantos roscones, pero tengan cuidado por Alá, por Dios y por Cristiano. Amen a sus mujeres y por qué no, también a sus hombres, y celebren estas fiestas como se quiera, no como se deba. Bailen con el vecino, compartan mesa con el cuñado tripón, y alégrense de vivir otro año más, por los que están, por lo que ya no están y sobre todo, por lo que están por venir.


¡Feliz Año 13+1 a todos! Nos vemos a la vuelta del mes este que termina. Sean felices y rían, aunque les pinten de negro.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Leales, quiénes.


De un tiempo a esta parte, esto es, desde donde yo quiera, hasta ahora he podido comprobar el significado preciso y explícito de la palabra leal. Dícese de aquel que sumido de rodillas y humillado es siervo de otro hasta que se cansa. Creo que el diccionario de la RAE, no estará muy de acuerdo conmigo, quizá discrepe e incluso discrepen, pero es lo que siento, es lo que hay.

El ser leal, la persona leal no existe, en todo hay un interés. Por mínimo que sea, por ínfimo que parezca. Y esto es así desde tiempos inmemoriales, los hermanos se casaban unos con otros, porque ambos querían ser reyes. Eran leales el uno al otro, hasta que la lealtad les daba un vástago tonto, entonces la lealtad se perdía, pero por razonamiento más que lógico.

Como les decía, queridos y "leales" lectores, he sufrido la lealtad en mis propios huesos. He sabido lo que es ser leal y que te sean leal, no me gusta ninguna de las dos. La lealtad no debería existir, al menos entendida como yo la entiendo. Y no es que yo la entienda mal, es que realmente, como casi todo, no sabemos emplearla como debiera.

En estas inquietudes estamos, preguntándome si realmente soy leal a algo, si fueron leales a mí, o si la lealtad como forma abstracta de la concepción pelotuda del hombre existe. Todos somos leales a algo pensarán. No seré yo quien rebata esa postura, pero no estoy de acuerdo. Es más, no se lo creen ni ustedes ni sus jamelgos. Piensen, estrújense el codo, esgrímanse una ingle, cuán de leales somos y con qué o con quién:

¿La familia como diría Don Vito? Qué va, algo me dice que puede ser que no.
¿Los amigos? Tampoco, ya hemos incidido sobre ello en este mi blog, lo tenemos claro. 
¿Tu pareja/novi@/rollo/conderechoaroce/amigoespecial/marido/mujer/contrari@/parienta/etc? Ni de broma, que hay amores para toda la vida, sí, pero son los que menos.
¿Qué nos queda que realmente merezca la pena para ser nombrado en este honorado post? Nada.


La lealtad es un invento más, no sé si del mismo que inventó a Papa Noel, o el día de los enamorados. La lealtad, no deja de ser una opresión del que puede hacía el que normalmente no puede. Y en esta idea progre me baso y me apoyo. La lealtad es tan grande como el palo en forma de falo que recibirás por el orto en cuanto puedan.