viernes, 2 de agosto de 2013

Continuamos

Tras varios meses de conversación con el mandamás del cielo, me convenció: "no sé qué ha pasado". Ni yo. Ni nadie. Ahora todo está mucho más claro, muchísimo más, donde va a parar. Pero el qué, no lo sé, ni Él mismo lo sabe. Y qué hacemos. Da igual, la inercia hará el resto.

Maldita y nefasta inercia, aquella descrita a la perfección cuando no quieres perder de vista una hoja, un ticket de la compra o un billete y por esta nuestra querida amiga parece coger un motor a propulsión y no deja de joderte la existencia hasta que realmente no puedes alcanzarla. Esa es la inercia, esa es quien esta haciendo el resto en este nuestro mundo, en este mundo de locos querrá decir, no señores, en este mundo perdido.

Y no hablemos del mundo ni tampoco de lo intangible, hablemos de nosotros, de dónde estamos, dónde nos encontramos y dónde podemos llegar a estar. Hablemos de lo maravillosa que es la vida, del mamonazo del tercereo que se va 15 días a la playa tras un año de trabajo sin descanso, o del sinvergüenza del chalet contiguo que ha cambiado de coche tras una década. Hablemos hoy de lo que me jode del otro, de lo que me molesta de ustedes lectores, de lo que podría ser tiña, pero es comúnmente llamada envidia.

Realmente es necesario cambiar de coche, o comprarse un chalet en la playa, quizá sea de obligación vestir de marca, o a lo mejor, y solo a lo mejor, de imperiosa necesidad un móvil nuevo. Y qué más dará. A mí me importa un carajo las necesidades que tienen o que obtienen, depende de los engaños personales que nosotros mismo queramos realizarnos.

La envidia, desconocida por muchos, incluso llegada a ser envidiada por otros. El motor que mueve el mundo llegaron a increparme una vez, no se confundía la anciana señora que me lo espetó. Pareja de la bondad, por aquello de que los polos se atraen, podríamos decir que este mundo tenemos un exceso de envidia alterado con un pequeño toque de soberbia caramelizada.

Ejemplificada en Alá respecto a Dios, a Messi respecto a Cristiano o al atletista frente al madridista...o esto era al revés, discúlpenme mis lectores, pero en estos momentos lo que me menos me interesa en resultar ser envidiado por unos o por otros.

Ese odio hacía otro o la falta de alegría por aquél no dejan de ser faltas y defectos del ser humano. Defectos que proliferan, aumentan y arrollan a su paso sin motivo aparente y con la única finalidad de ser lo que no somos, de aparentar lo que no debemos y de creer ser superiores por un sólo instante obteniendo el beneplácito divino para unos segundo de vida que son, que parecen ser, los mejores de nuestras vidas.

Después despiertas, al lado un haz de luz, preguntas, obtienes una respuesta demoledora y devastadora: "no sé qué ha pasado"

No hay comentarios:

Publicar un comentario