miércoles, 11 de septiembre de 2013

Educados...a veces.

Bendita educación.

Es curioso, ayer mientras perfeccionaba mi swing de golf y degustaba una buena copa de champán traída del norte del Polo Sur, lo confirmé, mira que somos mal educados. No por no ofrecer de mi copa al portador de mis palos, él es de clase inferior, y por tanto, como mucho: vino y del malo. Más bien por no darnos cuenta que el instructor, aún siendo más joven que el resto, lo tratábamos de usted, qué barbaridad.

Y esto es así, señores, esto se da, esto pasa, y esto es, además, lo de menos. Cuánta falta de respeto, cuánta ausencia de todo y cuánta desfachatez la nuestra. Estoy cansado, muy hartito de ver faltas de respeto constantemente, como si fuera una premisa, como si fuera algo natural, cómo si realmente debiéramos actuar tal.

Y no se piensen, ni mucho menos crean, que la falta de educación es sólo no dejar asiento al más mayor, ¡NO!, la falta, la ausencia, el abandono de la misma viene reflejado en casi todos los movimientos de la vida, desde que te levantas y desayunas, y después hasta todo el día. Me enerva, me pone furioso y me mal entona que no exista algo tan fundamental como respirar. Indignado, hasta el punto de querer ir a Sol a protestar, la falta de tiempo impedirá mi deseo, y frustrado con tanta gratuidad en las palabras.

Llevo tiempo intentando ver cómo podemos solucionar esto, buscando un haz de luz que pueda devolvernos nuestro estatus de persona, y joder, no puedo. Cómo arreglamos a un señor de 40 años que se enrosca en una trifulca empeñado en llevar la razón, sin motivo aparente, o cómo le decimos a la niñata de 15 que cierre la boca cuando mastica el maldito chicle. Mi padre me hubiera educado, me tragaría el chicle sin dudarlo, y aún con 40, me tragaría mis palabras. Cuidado, no digo con esto, que la culpa sea de nuestros progenitores, ya sean ambos padres, ambas madres o tres o cuatro a la vez, ni tan siquiera de la docencia actual, a la que tanto aprecio, ni de la sociedad convertida en un cajón de sastre.


La culpa señores, a mi humilde y exitoso modo de ver, es que la culpa es de cada uno, del que no abrió la puerta, del que no corrigió la falta de ortografía, del que no cedió su sitio, del que no bajó su voz por debajo de la del otro, del que no enseñó a comportarse en la mesa, del que no le recordó que somos personas, civilizadas, que casi sin querer y en la más estricta ignorancia, no queremos más que buscar el bien, y eso pasa por una buena educación.

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